El Evangelio Completo

Por Alfonso Ortiz

Introducción

A lo largo de nuestra fe cristiana, hemos aprendido la importancia del arrepentimiento y el llamado a volvernos a Dios. Este mensaje fue clave en la enseñanza de Jesús durante su vida terrenal. Sin embargo, al profundizar en las Escrituras, comprendemos que la obra de Cristo no culminó con su vida en la tierra, sino con su muerte y resurrección. Antes de la cruz, el mensaje de Jesús estaba limitado por la ley; solo después de su sacrificio se nos reveló el evangelio de la gracia en toda su plenitud. Este estudio tiene como propósito guiarnos en un recorrido desde el arrepentimiento, que fue predicado por Jesús en vida, hasta el mensaje de reconciliación que proclamamos después de su resurrección, tal como lo expuso el apóstol Pablo. Veremos cómo este cambio de mensaje refleja la obra completa de Cristo y lo que significa para nuestras vidas hoy.

1. Jesús bajo la Ley: El Mensaje de Arrepentimiento

Durante su ministerio terrenal, Jesús vino a cumplir la ley. Aunque Él era la luz del mundo y la verdad encarnada, su predicación estaba condicionada por el contexto de la ley mosaica, bajo la cual vivía. Los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan son relatos históricos de la vida y ministerio de Jesús, escritos para dar testimonio de lo que sucedió cuando Él estuvo en la tierra. Sin embargo, el verdadero evangelio, como mensaje de reconciliación y gracia, no fue revelado hasta después de la cruz, cuando Cristo venció el pecado y la muerte. Este es el evangelio que predicamos hoy, un mensaje que Pablo describe como la revelación completa de la justicia de Dios fuera de la ley, accesible a todos los que creen.

Esta distinción es clave para entender la transición desde el mensaje de arrepentimiento bajo la ley, que predicó Jesús antes de la cruz, al mensaje de reconciliación y gracia que proclamamos hoy, después de su obra redentora. Una vez aclarado lo referente a estos libros, observamos cómo Jesús llamó al arrepentimiento, preparando a la gente para el reino de Dios que se acercaba. Él mismo dijo: «El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio» (Marcos 1:15). Sin embargo, entendemos que este evangelio era todavía parcial, pues Jesús no podía revelar completamente el plan de salvación mientras la cruz aún no había sucedido. Aunque Jesús era la verdad, su mensaje estaba velado por la ley, que aún no había sido completamente cumplida.

2. La Limitación de Su Ministerio: «Es necesario que yo me vaya»

A pesar de ser la luz y la verdad, Jesús reconoció que su mensaje no estaba completo durante su vida. Sabía que su partida era esencial para que el plan de redención se cumpliera plenamente. Él dijo a sus discípulos: «Os conviene que yo me vaya» (Juan 16:7), porque solo cuando Él se fuera, el Espíritu Santo podría venir y guiarnos hacia toda la verdad.

Esto nos enseña que Jesús mismo estaba limitado por el pacto antiguo mientras vivía en la tierra. No podía revelar completamente el evangelio de la gracia porque la ley seguía en vigor. Aunque Él era el Hijo de Dios, necesitaba cumplir la ley en su totalidad y luego vencer el pecado y la muerte en la cruz, para que nosotros pudiéramos ser liberados de la condenación que la ley traía.

3. El Verdadero Evangelio: Predicado Después de la Cruz

El evangelio completo que proclamamos hoy incluye la obra redentora de Cristo en la cruz y su resurrección. Solo después de estos eventos se pudo proclamar el mensaje de reconciliación, como Pablo explicó en 2 Corintios 5:19: «Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados». Este es el evangelio de la gracia, que ya no depende de las obras de la ley, sino de la fe en el sacrificio de Cristo. Pablo dejó claro que este evangelio no se reveló completamente hasta después de la cruz: «Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios» (Romanos 3:21). En sus cartas, Pablo explica que el propósito de la ley era temporal y que Jesús, al cumplirla, abrió el camino para la justificación por gracia mediante la fe, algo que no podía suceder plenamente antes de su muerte y resurrección.

4. Después de la Cruz: El Evangelio de la Reconciliación

Todo cambió después de la cruz. Cuando Cristo murió y resucitó, venció al pecado y abrió el camino para una relación renovada con Dios, no basada en nuestras obras, sino en su gracia. Fue entonces cuando el evangelio de la reconciliación se reveló en toda su plenitud. Como Pablo nos dice: «Todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación» (2 Corintios 5:18).

Arrepentimiento bajo la Ley vs. Arrepentimiento en la Gracia

Cuando hablamos de arrepentimiento bajo la ley, el énfasis estaba en el cambio de comportamiento o en el cumplimiento de las obras de la ley para estar en una posición correcta con Dios. En los tiempos de Jesús, antes de la cruz, el arrepentimiento estaba vinculado a la expectativa de que las personas se volvieran a Dios mediante la obediencia a la ley mosaica. Por eso, Juan el Bautista y Jesús predicaban: «Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado» (Mateo 4:17). Este arrepentimiento era una llamada a volver a Dios, pero todavía bajo las condiciones de la ley.

Sin embargo, el arrepentimiento después de la cruz no es lo mismo. Cristo ya cumplió la ley, y por lo tanto, el llamado al arrepentimiento en el evangelio de la gracia no está relacionado con cumplir la ley para ser justificados. Más bien, el arrepentimiento en este contexto implica cambiar la mente (la palabra griega «metanoia» significa literalmente un cambio de mente), reconociendo que ya no somos justificados por obras o por la ley, sino por la gracia a través de la fe en Jesucristo.

La Importancia del Arrepentimiento

A lo largo de las Escrituras, vemos que el arrepentimiento es un tema crucial en nuestra relación con Dios. Pablo nos enseña sobre la necesidad de arrepentirnos y volvernos a Él, destacando que es su bondad la que nos guía hacia el arrepentimiento (Romanos 2:4). En nuestra vida espiritual, debemos reconocer que este proceso no solo implica sentir tristeza por nuestros pecados, sino que debe conducirnos a un cambio genuino.

En 2 Corintios 7:9-10, Pablo nos recuerda que la tristeza según Dios produce arrepentimiento que lleva a la salvación. Lo que Pablo está diciendo es que la tristeza según Dios es una tristeza que lleva a un cambio genuino de corazón (arrepentimiento), lo cual resulta en salvación. Y no hay de qué arrepentirse de ese arrepentimiento, porque produce vida y es para bien. No es algo del cual sentir pesar, ya que trae transformación y reconciliación con Dios.

En contraste, la tristeza del mundo es una tristeza que no genera un verdadero cambio. Es una tristeza que puede venir del remordimiento, la culpa o las consecuencias del pecado, pero no lleva a una renovación espiritual. Este tipo de tristeza, según Pablo, «produce muerte», ya que no trae el fruto de un corazón renovado ni esperanza en la salvación.

Debemos estar conscientes de que, al ser confrontados con nuestra condición, la tristeza que sentimos debe impulsarnos a acercarnos a Dios y buscar su perdón, transformando nuestro corazón y nuestra vida. Además, en Hechos 17:30-31, Pablo nos manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan. Esto incluye a cada uno de nosotros; no podemos pasar por alto esta llamada a la conversión. Debemos responder a la invitación divina con un corazón dispuesto.

Por último, en Hechos 26:20, Pablo nos exhorta a predicar el arrepentimiento y la conversión, haciendo obras dignas de este arrepentimiento. Esto nos desafía a vivir de manera que refleje nuestra transformación y el compromiso que hemos hecho con Dios. Así, al reflexionar sobre el arrepentimiento, recordemos que es un paso esencial en nuestro caminar cristiano. Es un llamado a regresar a Dios, a buscar su perdón y a vivir en la nueva vida que Él nos ofrece.

El Arrepentimiento en el Contexto de la Reconciliación

Aunque Cristo ya nos reconcilió con Dios en la cruz, la predicación del arrepentimiento sigue siendo necesaria porque muchas personas al no estar alumbradas con el evangelio ellas aún no han recibido o creído en esa reconciliación. Pablo explicó esto cuando dijo: “Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:19). Aunque Dios ya ha hecho todo lo necesario para reconciliarnos, todavía necesitamos aceptar esa reconciliación por fe.

Por eso, Pablo continúa diciendo: “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: reconciliaos con Dios” (2 Corintios 5:20). Este llamado a la reconciliación implica que las personas deben cambiar su manera de pensar y creer en lo que Cristo ya ha hecho por ellos. En este sentido, el arrepentimiento no es acerca de cumplir reglas, sino de abandonar la incredulidad y aceptar el regalo de la gracia que se nos ofrece.

Conclusión: La Gracia y el Perdón

En conclusión, el camino que abarca desde el arrepentimiento al evangelio de la gracia y la reconciliación es crucial para entender nuestra relación con Dios. Jesús, en su ministerio, nos llamó al arrepentimiento, preparándonos para el reino que vendría, pero no fue hasta la cruz que se completó el plan de salvación. Ahora, como creyentes, estamos llamados a vivir en la realidad de la reconciliación que Cristo logró a través de su muerte y resurrección.

Hoy, cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de aceptar este regalo de gracia y compartirlo con el mundo. Al hacerlo, no solo honramos la obra de Cristo, sino que también extendemos su amor y compasión a todos aquellos que aún no han experimentado la transformación que solo Él puede dar.

Que el Señor nos siga dando más conocimiento y a vivir en la luz de su gracia, siendo embajadores de su reconciliación en un mundo que necesita desesperadamente escuchar su verdad.