Por Alfonso Ortiz
La ley y la gracia representan dos pactos distintos a lo largo de la historia de la redención. La ley fue dada por medio de Moisés y es el reflejo de la santidad y la justicia de Dios. Su propósito era mostrar al ser humano lo que es correcto y lo que es pecado, evidenciando nuestra incapacidad para cumplir los mandamientos de Dios por nuestras propias fuerzas. La ley, aunque buena, revela nuestra condición pecaminosa, ya que nadie puede cumplirla perfectamente, lo que nos condena y nos deja en necesidad de un Salvador. En contraste, la gracia vino por medio de Jesucristo. Esta gracia se refiere al favor de Dios para con sus hijos, que nos da salvación y vida eterna sin basarse en nuestras obras, sino en la fe en la obra redentora de Cristo. Jesús cumplió la ley en nuestro lugar, obedeciendo perfectamente sus demandas y llevándose la maldición que merecíamos por no cumplirla. En la cruz, Él satisfizo completamente la justicia de Dios, liberándonos de la maldición de la ley (Gálatas
Vivir bajo la gracia significa que ya no estamos obligados a cumplir la ley para ser justificados. Nuestra justicia no depende de nuestra propia obediencia a las obras de la ley, sino de la justicia que es imputada a nosotros por la fe en Cristo (Romanos 3:21-24). Esto no implica que la gracia promueva una vida de libertinaje; al contrario, la gracia nos enseña a renunciar a la impiedad y a vivir una nueva vida en Cristo reflejándolo en todas las áreas.
Pablo explica que la ley tuvo su propósito como «ayo» (tutor) para conducirnos a Cristo (Gálatas 3:24). Una vez que la fe ha llegado, ya no estamos bajo ese tutor, sino que ahora somos hijos de Dios, guiados por el Espíritu y no por la letra de la ley. El creyente no vive bajo la obligación de cumplir la ley para ser aceptado por Dios, sino que vive una vida transformada por el Espíritu, produciendo frutos en una relación basada en el amor y la libertad.
En resumen, la ley revela el pecado, la gracia nos justifica. La ley condena, pero la gracia nos ofrece perdón y reconciliación. Mientras que la ley exigía justicia, la gracia nos otorga justicia como un regalo. Esta verdad es fundamental para comprender la diferencia entre el viejo pacto, basado en la ley, y el nuevo pacto, basado en la gracia.
Juan 1:17: «Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo».
Gálatas 3:10-13: «Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición… Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición».
Romanos 7:6: «Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que éramos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra».
Romanos 6:14: «Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.»