Por Alfonso Ortiz
Texto base: Juan 14:6 – «Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.»
Introducción:
Bendecidos hermanos, hoy vamos a reflexionar sobre la verdad fundamental de que hay un solo camino a Dios, y ese camino es Jesucristo. A lo largo de la Biblia, encontramos referencias a los caminos de Dios, pero todas ellas apuntan hacia una única vía de salvación y comunión con el Padre. En un mundo lleno de filosofías y religiones que ofrecen diferentes «caminos» a la salvación, es crucial entender y afirmar la exclusividad de Cristo como el único medio de salvación.
Desde el principio, Dios ha guiado a su pueblo a través de sus caminos. En Génesis, vemos cómo Dios establece pautas para la vida en el jardín del Edén y cómo, tras la caída, promete un redentor que restaurará la relación entre Dios y la humanidad (Génesis 3:15). Este plan redentor culmina en Jesucristo.Este primer anuncio del evangelio apunta hacia Jesucristo, quien vendría a redimirnos del pecado.
Desde el comienzo de la creación, Dios tenía un plan redentor para la humanidad. En Génesis 2:7, leemos cómo Dios creó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida. Sin embargo, pronto después de la creación, la humanidad cayó en pecado al desobedecer a Dios (Génesis 3). Esta caída introdujo el pecado y la muerte en el mundo, separándonos de nuestro Creador.
Dios hizo un pacto con Abraham, prometiendo que a través de su descendencia todas las naciones serían bendecidas (Génesis 12:3). Esta promesa se cumple en Jesús, el descendiente de Abraham, a través de quien la bendición de la salvación se extiende a todas las naciones (Gálatas 3:16).
La Ley dada a través de Moisés reveló el carácter santo de Dios y nuestra incapacidad para cumplir perfectamente sus mandamientos. Romanos 3:20 nos dice: «ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.» La Ley mostró nuestra necesidad de un Salvador, ya que por nuestras propias fuerzas no podemos alcanzar la justicia de Dios.
Los profetas del Antiguo Testamento, como Isaías, hablaron del Siervo Sufriente que llevaría nuestros pecados (Isaías 53). Esta profecía se cumplió en Jesús, quien murió en la cruz por nuestros pecados y resucitó para darnos vida eterna.
Jesús mismo declaró en Juan 14:6: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.» Esta afirmación excluye cualquier otro camino a Dios. Solo a través de la fe en Jesucristo podemos ser reconciliados con el Padre.
El apóstol Pedro, en Hechos 4:12, afirma: «Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.» La exclusividad de Cristo como el único Salvador es clara y contundente.
Aunque la Biblia habla de los «caminos de Dios» en plural, refiriéndose a sus instrucciones y formas de guiar a su pueblo, todas estas instrucciones convergen en un solo camino de salvación.
Los Salmos también están llenos de referencias a los caminos de Dios y a la importancia de seguirlos. En Salmo 1:1-2, el salmista escribe: «Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche.» Este pasaje resalta la bendición de seguir el camino de Dios y evitar los caminos del mal.
Proverbios 3:5-6 nos da una hermosa promesa: «Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.» Cuando confiamos en Dios y le reconocemos en nuestros caminos, Él promete guiarnos y enderezar nuestras sendas.
Los Caminos del Hombre y el Camino de Dios:
En Proverbios 14:12, encontramos una advertencia solemne: «Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte.» Esta verdad es crucial en nuestra discusión sobre el único camino a Dios. En el mundo, se presentan muchos caminos y opciones que pretenden ofrecer salvación, bienestar espiritual o plenitud. Sin embargo, estos caminos, aunque puedan parecer correctos a los ojos humanos, llevan a la muerte y la perdición.
La humanidad, en su sabiduría limitada, ha creado numerosas filosofías, religiones y sistemas de creencias que prometen una conexión con lo divino o una forma de alcanzar la felicidad eterna. Sin embargo, Jesús nos advierte en Mateo 7:13-14: «Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; pero estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.»
Job 34:21 nos recuerda: «Porque sus ojos están sobre los caminos del hombre, y ve todos sus pasos.» Dios ve todos los caminos que tomamos y juzga cada uno de ellos. Aunque muchos caminos pueden parecer atractivos y razonables, solo hay uno que lleva a la vida eterna, y ese es Jesucristo.
Solo hay una puerta estrecha y un camino angosto que lleva a la vida eterna, y ese es Jesucristo. Todos los demás caminos, por atractivos o razonables que parezcan, no pueden llevarnos a Dios. Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5), y solo a través de Él podemos ser reconciliados con el Padre.
Seguir el Camino de Cristo antes y después de la cruz:
Ahora bien cuando Jesús nos dice yo soy el camino, hay que aclarar que Jesús en ese momento estaba bajo la ley y vino a cumplirla, por lo tanto seguirlo era caer en la ley y ya sabemos que nadie puede cumplirla y que la misma nada perfeccionó. Jesús llamaba a tomar la cruz y seguirlo. En Marcos 10:21, Jesús le dice al joven rico: «Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.» Tomar nuestra cruz y seguir a Jesús en ese momento significaba llevar la carne a la obediencia a Dios con nuestros propios esfuerzos. Por eso el mismo Jesús sabía que cumplir esos mandatos era imposible por eso el mismo dijo conviene que yo me vaya a la cruz porque ahí él haría que todo fuera posible. Como dice Pablo en Romanos 6:6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Todo lo anterior nos habla que Jesucristo tomó nuestro lugar cumplió la ley por nosotros, al morir nosotros también morimos y así pagó el precio de todos nuestros pecados y luego resucitamos con Cristo a una nueva vida como dice Romanos 6: 4: Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.
Ahora Cristo vive dentro de nosotros y él hace en nosotros lo que es agradable a para el mismo, así llevar cautivos todo mal pensamiento, someter nuestras debilidades a través del poder del evangelio y permitiendo que su Espíritu Santo transforme nuestras vidas para vivir conforme a la voluntad de Dios. En Gálatas 2:20, Pablo dice: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.» Este es el llamado a cada creyente: vivir una vida crucificada con Cristo, dejando que su vida se manifieste en nosotros. Seguir a Cristo implica un sacrificio de alabanza por amor a él y su amada.
El Camino Antiguo y el Camino Nuevo:
Antes de la crucifixión de Cristo, el camino a Dios era difícil y he imposible de cumplir debido a nuestra naturaleza débil y caida. La Ley y el sistema sacrificial del Antiguo Testamento eran una sombra de lo que habría de venir. En Hebreos 9:8 se nos dice: «dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie.» Esto indica que, mientras el tabernáculo terrenal estaba en funcionamiento, el acceso directo a la presencia de Dios no estaba disponible para todos. Jesucristo era el Tabernáculo de Dios presente en su cuerpo, el era el camino pero hasta que murió y resucitó ese camino quedó abierto y ahora es un camino nuevo y vivo. Hebreos 10:20 nos dice: «por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne.» Jesús, al sacrificar su vida, rompió el velo de su carne que nos separaba de Dios, abriendo así el acceso directo al Padre. Este nuevo camino es posible no por nuestras obras, sino por la gracia de Dios. Efesios 2:8-9 nos recuerda: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.» La gracia de Dios, manifestada en Jesucristo, es el único medio por el cual podemos ser salvos.
La fe de Cristo en nosotros nos justifica y recibimos una nueva vida en Él. Romanos 5:1 dice: «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.» Esta nueva vida no se vive según nuestras propias fuerzas, sino en el poder del Espíritu Santo, quien nos capacita para vivir conforme a la voluntad de Dios (Romanos 8:4). En Juan 8:12, Jesús declara: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.» Seguir a Cristo significa caminar en la luz, dejando atrás las tinieblas del mal y la ignorancia.
El Camino Más Excelente:
En 1 Corintios 12:31, Pablo nos habla de un «camino aún más excelente.» Aquí, el apóstol se refiere al camino del amor, el cual describe detalladamente en el capítulo 13. Este camino más excelente es una manifestación práctica de caminar en Cristo, ya que el amor es la esencia misma de Dios y de su carácter.
1 Corintios 13:1-3 nos dice que, sin amor, todos los dones espirituales y buenas obras no tienen valor. El amor, entonces, es el camino por el cual debemos andar, reflejando a Cristo en nuestras vidas diarias. Juan 13:34-35 dice: «Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.»
Este camino más excelente de amor no es un camino diferente al que Jesús nos mostró, sino una profundización en el único camino verdadero. Seguir a Cristo implica vivir en amor, porque Dios es amor (1 Juan 4:8). El amor es la marca distintiva de aquellos que caminan en el único camino de Jesucristo.
Cuando confiamos en Dios y seguimos sus caminos, Él nos guía hacia la única vía de salvación en Jesucristo.
Conclusión:
Queridos hermanos y hermanas, aunque la Biblia habla de los «caminos de Dios,» todas estas referencias apuntan hacia un solo camino de salvación y relación con Dios, y ese camino que es nuevo y vivo es Jesucristo que nos abrió a través de su muerte y resurrección . El tomó nuestro lugar cumplió la ley por nosotros, al morir nosotros también morimos así se pagó el precio de todos nuestros pecados y luego resucitamos con Cristo a una nueva vida. Desde la creación hasta la redención, Dios ha trazado un plan perfecto para reconciliar al mundo consigo mismo. No hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres por el cual podamos ser salvos. Pablo nos habla de un «camino aún más excelente que es camino del amor, reflejando a Cristo en nuestras vidas diarias ya que el amor es la esencia misma de Dios y de su carácter.
Hoy, reafirmemos nuestra fe en Jesús, el único camino nuevo y vivo, la verdad y la vida eterna, sólo a través de Él, tenemos acceso al Padre y la vida eterna.